Músico tocando el bombo - Museo de Bellas Artes de Bilbao

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Músico tocando el bombo

Bon

Barcelona , 1886 - Barcelona , 1967

Tinta china, grafito y gouache

26,5 x 20,5 cm

BON. (mitad inferior izquierda)

Primera mitad de siglo XX

85/13

Adquirido en 1985

Las tres caricaturas de Bon pertenecientes al Museo constituyen una divertida excusa para hablar sobre la presencia de su autor en el Bilbao de las décadas de 1910 y 1920.

El artista catalán inauguró la temporada de exposiciones de 1917 en la Asociación de Artistas Vascos con una muestra de cerca de setenta caricaturas de gente conocida de la Villa, que fue aplaudida por la crítica. Pedro Mourlane Michelena le presentaba en el catálogo como "este chico catalán (...) que presiente, con un instinto certero, que ya no hay bastillas que demoler. De ahí que vuelva sus carbones malignos contra nosotros. Gentes llanas (...). Bon sale con su lápiz como si fuera un rifle a la cacería del transeúnte: el que pase por su coto está perdido"2. Tras disertar brevemente sobre la caricatura, el crítico terminaba recomendando al espectador que se divirtiera con las obras expuestas, aun a pesar de haber sido cazado por sus lápices: "Y ahora que el que no esté colgado, ría agradecido a nueestro dibujante. Y el que esté colgado, ría también". Bon llevaba entonces varios meses residiendo en la Villa, donde había alquilado un estudio en el número 17 de la calle de la Cruz. En compañía de su hermano Enrique, aceptaba "encargos para toda clase de dibujos, preferentemente de carácter industrial, por ser, entonces, los más solicitados en aquel Océano de eficacias comerciales".

Bilbao tuvo que esperar tres años para la siguiente muestra de Bon. Se celebró en febrero de 1920 en el Majestic Hall de la Gran Vía -que en aquellos años acogió exposiciones de Romero de Torres, Verdugo Landi o Vázquez Díaz- y llevaba por título ¡Hampa!. Para su preparación, se metamorfoseó durante meses en un maleante de los barrios altos bilbaínos, convivió con la golfería y, entre asistencias a tabernas y alguna que otra riña, tomó infinidad de apuntes y dibujos. Pero para este nuevo proyecto cambió la clave caricaturesca por otra más cercana al realismo social. Esta transformación desorientó un tanto a la crítica, aunque Crisanto Lasterra opinó que "lo que Bon ha querido expresar en esos grupos siniestros, quietos y silenciosos, en esas figuras de proterva languidez, que fuman, beben y hablan quedos bajo la niebla malsana de los antros, es, más que el ajetreo vocinglero de pianillos, cupletistas y gente de juerga que caracteriza a esa parte del Bilbao de noche, una extraña palpitación, honda y aguda, determinados impulsos salidos de su cauce y que, sigilosamente, parecen trazar en el aire una curva trágica".

El crítico José Francés, alabando en 1922 su camaleónica capacidad de transformación, recordaba "esa silueta apachesca de sus noches bilbaínas, con la gorra de visera más larga que la nariz, el jersey que le sube hasta la boca y le baja hasta las rodillas, el garrote de vagabundo y el andar tácito entre hampones cuya miseria y cuyo vicio había de sorprender"5. En las invitaciones y portada del catálogo, Bon traza la silueta del caricaturista-hampón que con su carpeta de dibujos recorre de noche los barrios altos bilbaínos. De hecho, se presentó ataviado de esa guisa a la inauguración, lo que motivó que, según recuerda la familia, los invitados se abrocharan las americanas y las señoras agarraran fuertemente sus bolsos.

Entre febrero y marzo de 1921 repitió escenario para sus obras, pero no tema, ya que retomó la orientación de su exposición de 1917 y colgó 131 caricaturas bilbaínas, con precios que iban de las veinticinco pesetas a las mil, en la que iba a ser su despedida de la Villa6. Con motivo de la exposición y de su próxima partida, varios admiradores, entre ellos "la flor y nata de la intelectualidad que usamos por Bilbao"7, organizaron un banquete homenaje para despedir al amigo. Durante estos años de residencia bilbaína, y al margen de las exposiciones, se ganó el sustento colaborando gráficamente con varias publicaciones periódicas locales. Así, sus caricaturas y dibujos pudieron verse en las páginas de los diarios Aberri, Euzkadi, La Tarde y El Liberal y de las revistas Amania Nueva y Hermes. En 1922 regresó por unos meses a la capital vizcaína tras aceptar la dirección artística de Bilbao Gráfico, para la que produjo numerosos dibujos y caricaturas, además de diseñar sus portadas.

Las tres caricaturas del Museo probablemente fueron realizadas para ser reproducidas en alguna de las publicaciones citadas -como lo indicarían las anotaciones a lápiz destinadas a la fotomecánica presentes en una de ellas-, y son ejemplo de la orientación sintética que había tomado su dibujo tras un proceso de depuración formal que fue desterrando la línea de raigambre modernista de sus primeras obras. (Mikel Lertxundi Galiana, 2009)

Bibliografía seleccionada

  • Últimas décadas del siglo XIX-primera mitad del siglo XX : de Cézanne a Léger : colección Museo de Bellas Artes de Bilbao [Cat. exp.]. Bilbao, Museo de Bellas Artes de Bilbao, 2009. pp. 228-230, 232, n° cat. 94.